Coordinan: Mónica Re, Gustavo Marcelo Martin, Nicolás Águila, Patricia Laterra y Florencia Magdalena Méndez
(Facultad de Ciencias Económicas y Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de General Sarmiento y Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales)
La
economía feminista actualmente se encuentra en el cruce fértil y a la vez
complejo entre feminismo y economía. La construcción social está
inevitablemente atravesada por el género. Esta es profundamente desigual e
inequitativa, y tiene, por tanto, consecuencias en la vida de las personas. A
partir de la economía feminista pretendemos reflexionar sobre los cruces,
potencias y agenciamientos en pos de reducir la brecha en las múltiples
desigualdades de género.
Los
importantes y profundos avances en materia de economía social y crítica, no
pueden dejar de lado este aspecto fundamental. Género es un término que aquí no
se reduce únicamente a “mujer” sino que también incluye las categorías de
“varón” y toda identidad que pueda entenderse como construcción social e
histórica de las sexualidades, desde ya atravesadas por un entramado
cultural-biológico.
En el último tiempo se ha puesto en la agenda pública el debate respecto
de las herramientas en pos de mejorar la situación económica y social de las
mujeres y otros sujetos feminizados.
El mundo del trabajo está cambiado y el concepto de trabajo se ha
ampliado. Ya no se la estudia como categoría universal sino que ha sufrido
variaciones a lo largo del espacio y tiempo en las sociedades y bajo la
perspectiva de las diferentes escalas. Así el trabajo, desde el punto de vista
socioeconómico, pierde centralidad en el conjunto de las relaciones sociales y
en su vinculación como generador de valor; aparecen en la escena los servicios
y se advierte una declinación de la industria. Esto produjo el cambio en las
estructuras de las ocupaciones con crecimiento relativo de trabajadores/as
calificados/as: los técnicos/as, los ingenieros/as y, por otro lado, la
extensión de empleos atípicos, precarios, por hora, tiempo parcial, migrante,
impactando en el desempleo, y aumento de la heterogeneidad de los
trabajadores/as, con repercusión en sus normas, valores y actitudes.
Así, toda
la labor doméstica de las mujeres en tanto “amas de casa” (o bien asignadas al
rol de cuidadoras de la reproducción de la fuerza de trabajo) no es retribuida
ni mucho menos ingresada a las cifras de la productividad nacional dadas las
teorías de corte neoliberal a las que se atiene el mainstream en la economía
actual. Así mismo, toda familia no heterosexual será entendida como un impedimento
a la reproducción de fuerza de trabajo, cuando no incorporada por las economías
nacionales para ser asimiladas cual familias heteronormadas funcionales al
sistema.
A su vez,
Una de las herramientas elegidas desde los marcos institucionales para apalear
estas situaciones son las políticas públicas. Un ejemplo claro, pero no
el único desde la realidad argentina, es el fuerte debate que se generó en
torno al mal llamado “subsidio” o reparación económica para trans y travestis.
No
obstante, las y los economistas se han mantenido generalmente al margen de
estos debates. La ausencia de la discusión sobre géneros y sexualidades en la
formación tradicional de las y los economistas, derrotero de una histórica
ausencia de la reflexión teórica sobre el rol económico de las mujeres y otros
sujetos feminizados en la sociedad han redundado en fuertes problemas a la hora
de pensar cómo mejorar una situación que se muestra necesaria y deseable
transformar: las mujeres y personas trans todavía tienen menores tasas de
actividad y ocupación, existe una fuerte brecha salarial entre géneros por el
mismo trabajo, las mujeres y trans se encuentran sobre representadas entre los
trabajadores subocupados y temporales, se siguen dando fenómenos de segregación
horizontal y vertical, la organización social del cuidado sigue estando a cargo
en la gran mayoría por mujeres lo cual muchas veces se convierte en una doble
jornada para ellas y en los casos donde el trabajo de cuidados es remunerado
las labores todavía recaen en mujeres pobres donde no se garantiza salarios y
condiciones acordes al resto de la clase trabajadora entre una larga lista de
inequidades que se dan entre géneros e identidades en el plano económico.
De esta
forma, entendemos que patriarcado y capitalismo poseen un vínculo intrínseco
que es necesario y urgente deconstruir. Esto en pos lograr una economía que por
medio de la crítica a los sistemas ideológicos, materales y culturales
fundantes, que pueda marchar hacia un sistema económico cuya base parta de
considerar y reflexionar sobre la cuestión de género/s incluyendo lo que
se entiende por "sujetos feminizados". Teniendo en cuenta que además
de las ya reconocidas críticas al modelo capitalista, en la actualidad
numerosos proyectos y emprendimientos de economía social y solidaria están
siendo organizados por grupos de mujeres, se vuelve prioritario entonces aunar
esfuerzos en la lucha por visibilizar y sistematizar dichas experiencias,
constituyendo uno de los objetivos centrales, a la par del análisis crítico al sistema
imperante.
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